miércoles, 4 de marzo de 2009

Científicos y teólogos debaten sobre Darwin

ROMA.- Según el Vaticano, la teoría de la evolución de Charles Darwin no excluye que Dios pueda haber creado el universo.



Lo afirmó ayer el cardenal William Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, al inaugurar en la Pontificia Universidad Gregoriana una inédita conferencia para marcar el 150° aniversario de la publicación de El origen de las especies, obra de Darwin (1809-1882). El convenio, que durará hasta el sábado y que juntó a teólogos, científicos, filósofos y académicos de todo el mundo, tiene como objetivo conciliar dos posturas hasta ahora enfrentadas: el darwinismo y el creacionismo.
La primera teoría, plasmada por el famoso científico inglés, que viajó hasta nuestras tierras, indica que las especies, incluso la humana, evolucionaron a través de la selección natural a lo largo de cientos de millones de años. La segunda, que se basa en interpretaciones literales de la Biblia, dice que el mundo fue creado en seis días por Dios, que también creó al hombre a su imagen y semejanza. La evolución y la ortodoxia
En este marco de gran división, sobre todo a partir de un debate que surgió hace unos años en escuelas de los Estados Unidos, el Vaticano dejó en claro que la Iglesia Católica en verdad nunca condenó las teorías de Darwin y que considera que hay "un espacio suficientemente amplio" para la fe tanto en la base científica de la evolución como para la fe en Dios creador, tal como indicó Levada.
El purpurado, sucesor de Joseph Ratzinger como guardián de la ortodoxia católica, destacó que el Vaticano no excluye ningún área científica y rechazó como "absurda" la concepción atea -impulsada por el biólogo Richard Dawkins y otros- que sostiene que la evolución es una prueba de que Dios no existe. Diálogo entre la razón y la fe
"Nosotros creemos que, más allá de cómo fue la creación y de cómo evolucionó, finalmente Dios es el creador de todas las cosas", dijo Levada. "En sí mismo Darwin no fue un problema, sino que el problema nació cuando Darwin se transformó automáticamente en darwinismo, es decir, en una filosofía de la historia y de la realidad sobre una base científica", indicó, por su parte, monseñor Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura.
Este arzobispo destacó que el convenio internacional sobre evolución biológica es sólo el primer paso "para sembrar las semillas de un mejor diálogo con otras disciplinas científicas". En mayo, de hecho, también habrá otra gran conferencia internacional sobre Galileo Galilei, otro científico que, como Darwin, revolucionó las posturas de la Iglesia Católica.
A diferencia del astrónomo italiano, sin embargo, Darwin nunca fue condenado ni silenciado por la Iglesia Católica. Méritos de la ciencia
Ravasi, experto biblista, subrayó, por otra parte, que hay que diferenciar el creacionismo de la creación, porque "el creacionismo es el intento de introducir en el análisis científico un dato teológico que pertenece a otro plano", mientras que la creación es una "parte fundamentalmente teológica que la ciencia debe escuchar", según dijo.
El biólogo y filósofo norteamericano Francisco Ayala se manifestó en forma parecida: dijo que "Darwin tuvo el mérito de demostrar que existe una explicación científica para las características de los organismos" y criticó duramente el creacionismo. "Se trata de una posición que tiene muy poco que ver con la religión, es más, se opone, porque considera a Dios como a un mal ingeniero: basta con tener en cuenta, por ejemplo, el 30% de abortos que ocurren en forma espontánea en la naturaleza, equivalentes a millones y millones de intentos fallidos", señaló. El diseño inteligente
Para el Vaticano, y especialmente para Benedicto XVI, no son incompatibles fe y razón. Juan Pablo II dijo que la evolución "es más que una hipótesis". Pero desde hace unos años, y pese a que tampoco son incompatibles las enseñanzas de la Iglesia con las teorías evolucionistas, existen un gran debate en torno a este tema y gran confusión en cuanto a la posición del Vaticano.
Todo comenzó en 2005, cuando apareció en The New York Times un artículo del cardenal austríaco Christoph Schoenborn, reconocido teólogo conservador y estrecho colaborador de Ratzinger. Este rechazaba las enseñanzas tradicionales de la Iglesia y apoyaba la teoría del diseño inteligente, que sostiene que la vida es demasiado complicada como para haberse desarrollado solamente a través de la evolución y que la mano de un poder superior debe de haber dado origen a la diversidad de especies.

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